10 diciembre 2008

Tratado vexilológico: Independencia


São Paulo. 22:23 horas. 28°C. Vi una cucaracha trepando por la pared. Con ese tambalear ridículo pero emprendedor que tienen las cucarachas. Desafortunadamente, no la maté. Ante mí acudió una especie de compasión entre especies. Aunque fuera una cucaracha, blandengue bicho de color chocolate, no merecía morir desintegrada previo aplastamiento en una noche de tanto calor.

Y precisamente el calor es lo que me llevó a curvar líneas como cuerpos de mujeres. Ahora es cuando siete estrellas verdes me recuerdan los orígenes. Que si nacionalismo, que si independencia, que si conquista... A mí lo que me importa son las papas arrugadas, el acento de mis padres y el tacto de la arena negra. Alego contra el metadiscurso metalizado. Se acabó. Con esta deformación vexilológica solo quiero pedir algunos gritos del pasado, algunas muestras de la tierra, sin motivo político-ideológico, solo para que este calor destructor de fieras pueda evaporarse para siempre.

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