11 abril 2007

Pinocho y su teclado

En El precio de la verdad, Hayden Christensen interpreta el papel de Stephen Glass, un periodista con un porvenir brillante y demás especulaciones. La cinta refleja de una manera más o menos fidedigna las tensiones, envidias y conflictos que se experimentan en la redacción de un periódico, en este caso, The New Republic.

En este diario se insinúan continuas referencias con respecto a su prestigio y se vanagloria con el hecho de ser el periódico leído por el presidente de los EEUU. El trabajo de Glass es principalmente la elaboración de reportajes que destapan escándalos o reflejan realidades incómodas. Sabe el método, alecciona a las nuevas generaciones sobre cómo utilizar las fuentes y, sin embargo, comete el error garrafal de inventarse un artículo entero.

Glass afirmó que “mintió por aprecio a los compañeros”
En la revista digital Forbes, se destapa el escándalo acerca del artículo “Hack Heaven”. En él se narra la existencia de un hacker ficticio que chantajea a una gran empresa multinacional. Evidentemente, ni el hacker ni la empresa existen y el protagonista se ve envuelto en una espiral de mentiras y difamias de la que le es imposible salir. En una entrevista para la CBS, Glass afirmó que “mintió por aprecio a los compañeros”. Después del escándalo, fue despedido.

Desde mi punto de vista, este hecho es totalmente inconcebible pero… posible y pensable. Normalmente, la memoria traiciona al periodista. La memoria se desvanece y lo que recordamos puede cambiar de color, de forma, de olor e incluso ser olvidado. Pero el mejor aliado para la memoria es la imaginación. Como se suele decir en el gremio, la realidad no debe estropear un buen reportaje.

La verdad es que la temática expuesta en el reportaje de Glass es de sumo interés, pues desvela la manipulación sufrida por una gran empresa multinacional a cargo de un adolescente que pone de manifiesto la vulnerabilidad del sistema informático. Una historia deliciosa. Sin embargo, todo periodista debe fijarse ciertos códigos deontológicos y no guiarse por la adquisición de prestigio y egolatría.

Hoy en día, desgraciadamente, vemos la manipulación constante en todo tipo de publicaciones. Por ejemplo, Jack Kelley, corresponsal de USA Today en el extranjero y finalista del Pulitzer, fue otro caso de manipulación a gran nivel.

¿Cómo podemos permitir este tipo de errores? Parece que hoy en día, con las distancias cada vez más efímeras, con el tiempo siempre en los talones y sin cuelgue de galones, los periodistas prefieren la comodidad a la rigurosidad. Aquel virtuoso que hoy en día conciba un reportaje con todo el color necesario, y además lo haga desde su cubículo de la redacción, será si cabe más aplaudido.

Unas horas en las trincheras es lo que deberían probar esos periodistas que cada mañana llegan a la redacción y dicen: “¿Qué ponemos en portada?” “Pues podemos abrir con los cincuenta de Irak o con los ritos papuanos de iniciación”. Como ya he dicho, la memoria tiene como aliada a la imaginación, a la que utiliza sin piedad. Y en ocasiones, la imaginación también es corresponsal del cinismo. Si Pinocho levantara la madera...

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