05 mayo 2008

Nietzsche derrumbó la palmera


"Muertos están todos los dioses, ahora queremos que viva el superhombre"

En algún fragmento de su vida, segmentada como estuvo por las migrañas y la locura, Federico supongo que pensaba en cómo era la rutina en cualquier oasis. Sin dioses ni leyes, donde la única preocupación era no preocuparse por nada. El invento inmune a la muerte es un poema dadaísta, sacado de las páginas de un periódico de la primera quincena de abril de 2008. Inmune a la muerte es llegar a ser inmortal en vida. Así es como se ha de vivir, siendo inmortal para uno mismo, sin prisas por derrumbar la palmera, sin prisa por quemar el oasis.

Nietzsche era un hombre normal. Le gustaba bajarse al bar, hablar con la gente, tomar boquerones con cervecita, escuchar música popular y hablar con la gente de música popular uniendo todos los placeres del mundo. Un tipo corriente, lo dicho.

Hasta que un día, transformó la filosofía a martillazos, la cambió por un mazo aún desconocido en los kibbutz connaturales de nuestra civilización. Se aburrió de los boquerones, los resultados del fútbol, las canciones con letras pegadizas y se puso a inventar -el invento resultante fue inmune de nuevo- palabras nuevas, morales nuevas, genealogía nueva. Así fue como se gestó el invento de la creación, un invento que fue guía durante el siglo XIX y principios del XX.

Enloqueció el bueno de Federico y dejó un legado modificado por su hermana y posteriormente por los malintérpretes de la obra. Esto no es un homenaje al pensador, sino al hombre corriente, hombre que alberga en su interior a su más remota, romántica y ridícula evolución: el superhombre.

Por cierto, el otro día me encontré con Nietzsche y me dijo que ya los boquerones le estaban produciendo cierto ardor en el estómago. En vez de la avinagrada ración, creo que ahora consumía morcilla a la morfina. ¡Ah! Me mandó saludos para todos los que aún creen en los oasis.


Detalle de "Nietzsche derrumbó la palmera"

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