25 mayo 2007

A dedo

En los regímenes comunistas cada coche pertenece al estado. “Aquí, en Lituania, solo había tres tipos de tractores: el rojo, el verde y el amarillo”, nos cuenta sonriente Rytis Bulota, un joven profesor de historia de la VDU, “y querer comprar otra cosa era impensable”.

En los países bálticos, el monopolio de producción era soviético. Y aún hoy se ven muchos coches modelo Lada circulando por las calles. “Vamos a Kedainiai”, proponen Liene y Sarmite. “Muy bien, ¿dónde compramos los billetes?”, pregunta François. “¿Quién ha hablado de billetes?”

Así era, para qué billetes cuando uno puede poner el pulgar en alto y esperar en el borde de la carretera con un cartel. A pesar de que los precios para una persona del centro de Europa son más que asequibles, el uso del autoestop era una práctica bastante común.

Hacer autoestop es una práctica bastante común en los países del antiguo bloque comunista

La poca afluencia de vehículos, el alto precio y la tradición comunista quedaban en el recuerdo colectivo. En muchas partes del antiguo bloque comunista, incluso existían carnés de autoestopista. La condición para recoger a alguien era que la persona recogida invitase a comer alguna cosa en la parada de descanso.

Así pues, solo se necesita un cartel con el nombre del pueblo al que se quiere ir, un dedo pulgar en condiciones y algo de paciencia. Kedainiai, Marijampole, Druskininkai, Panevezys, Siauliai, Klaipeda… Media Lituania recorrida con rueda ajena.

Un camión inmenso se acerca. Al menos 20 metros de largo. Afortunadamente el camionero es letón y se puede comunicar con Sarmite. Se pasan todo el viaje hablando de España, del buen tiempo, de lo difícil que es conducir en los países mediterráneos... Al final, después de 350 kilómetros en el tráiler, se acaba llegando a Riga.


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