Viajes
“Estuve de erasmus y no parábamos de beber y de llevarnos a polacas a la habitación”, contaba orgullosamente un chico erasmus en Polonia. Pues nada más cerca de la realidad. De Erasmus se puede ir con dos objetivos claros: de vacaciones o a conocer. Da igual el país, lo importante es adentrarse sin ningún filtro, con disposición plena de conocimiento.
Desde el principio, muchas personas veían Lituania como un burdel del este: chicas fáciles, bebida barata y un sinfín de actividades que en la encarecida “Europa” no se podrían hacer jamás.
Aprovechando lo último, comenzó el primer viaje. Todo el Báltico (Letonia y Estonia) estaba conquistado por el conocimiento occidental y fue poco a poco como se descubrían los lugares. En Letonia se percibía mucho más la influencia rusa, pues existe una minoría de casi el 30% de la población.
Después del Báltico, la brújula se dirigió a buena parte de Suecia, pues con los vuelos baratos en menos de una hora se aterrizaba en Skavsta, un aeropuerto muy digno de IKEA.
Posteriormente tocó el sur. Polonia y su historia fue una de las candidatas. Desde Varsovia de murallas, guetos y niños soldados hasta Gdansk y el movimiento Solidarnosc. El tren ronroneaba como nunca y se convirtió en el amante favorito.
Así, poco a poco, el viaje único del Erasmus llegaba a su fin. Sin embargo, aún quedaba Rusia. Y al preguntarle a la gente que ya había estado, su respuesta era: “Rusia es Rusia”.
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